Padre Carlos Ravert

Pax et Bonum + Pax y Todo lo Bueno!

Hoy me gustaría contarles una historia sobre un niño en una escuela primaria católica. Este niño no tenía muchos amigos, pero los amigos que tenía eran maravillosos. Tenía amigos con quienes sentarse a la hora del recreo, tenía amigos con quienes jugar, incluso tenía un amigo con quien hacer la tarea. Le enseñaron en la escuela y en casa que la oración es la parte más importante de nuestras vidas. Rezaba en la escuela, rezaba en casa y rezaba en la Iglesia.

Empezó a preguntarse, “¿por qué no rezo con mis amigos?” sin embargo, una pregunta inocente. Así que decidió preguntarle a los amigos con quienes el se sentaba a la hora del recreo. “¿Por qué nunca rezamos juntos?” Como era de esperar, lo miraron y comenzaron a reírse de él. Pero nunca obtuvo una respuesta. Más tarde preguntó a sus amigos con los que jugaba, “¿por qué no rezamos juntos?” Recibió una reacción similar, pero al menos otro niño respondió: “No sé. Eso no es algo que hacemos”.

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Al día siguiente, después de la escuela, estaba haciendo su tarea de matemáticas con su amigo Liam. Al niño no le gustaban las matemáticas, no éra muy bueno y a veces le dolía la cabeza. Pero su amigo Liam era muy bueno con las matemáticas. No le dolía la cabeza, y a el si le gustaban mucho las matemáticas. En este día en particular, los dos amigos estaban metidos hasta el cuello en ecuaciones de división larga. Ambos estaban cansados, pero Liam mantuvo un ritmo constante al terminar los problemas de matemáticas. Sin embargo, nuestro pequeño amigo estaba luchando. ¡Odiaba la división larga probablemente más que cualquier otro tipo de matemáticas! Su cabeza le comenzó a doler. Sus ojos se humedecieron y el comenzó a jugar con sus dedos, golpeando fuertemente su lápiz, suspirando profundamente, “¡Oh, Dios, haz que esta tarea desaparezca!” Finalmente, dejó de mirar el libro de matemáticas por completo.

Liam levantó la vista de su libro y bostezó. Liam le preguntó a su amigo: “¿Por qué no estás haciendo tu tarea?” “Estoy aburrido”, se quejó el niño . Liam solo le dió una mirada severa. El niño no le dijo nada, ya que el conocía a Liam, y el tenía la razón. Así que tomó su lápiz y trató de hacer un problema. No pudo entenderlo. Así que solo miró la parte superior de la cabeza de Liam esperando que él mirara hacia arriba. “¿Qué?” Liam dijo sin levantar la vista. “No puedo hacer esto”, dijo el niño. Liam preguntó: “¿Quieres mi ayuda?” “¡Sí!”, Al fin la petición desesperada. Mientras miraban juntos el problema, el niño decidió hacerle a Liam su pregunta candente: “Liam, ¿por qué no oramos juntos?” “Liam no apartó los ojos del libro y rápidamente respondió: ‘Nosotros sí’. ‘¿¡Qué!?'”, el niño estaba atónito. “¡Nunca hemos orado juntos, tú y yo!” Liam lo miró fijamente a la cara, “¡Sí, todo el tiempo!” No ofreció más a la respuesta.

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Después de que Liam lo ayudo en completar el resto de la tarea y no pareció tan difícil. Se sentó en silencio y terminó su tarea en paz. Su mamá llegó poco después para llevárselo a la casa y cuando se iba se volvió y le preguntó a Liam: “¿Cuándo hemos orado juntos tú y yo ?”

Liam sonrió y le dijo: “Cada vez que hacemos las Matemáticas, oras para que Dios haga que la tarea desaparezca y yo oro para que te quedes callado”. ” Los niños se rieron juntos y se fueron por caminos separados. ¡Después de todo, una oración es una oración! ¡Es importante para nosotros tener amigos que puedan orar por nosotros tan honestamente!

Ese niño pequeño en la escuela católica era yo, todavía no lo sé. ¡No me gustan las matemáticas hasta el día de hoy! Mi amigo Liam es contador. Lo que hace que Liam sea un buen amigo no es solo que me ayudó con mi tarea, pero el oró por mí.

Seguro que oró para que yo dejara de hablar y molestarlo para que pudiera terminar su tarea. Pero, ¿no ora Jesús por nosotros incluso cuando le hemos hecho daño? “¡Padre, perdónalos, no saben lo que hacen!” “Perdona nuestras ofensas como nosotros perdonamos a los que nos ofenden”. “Cuando el mundo te odie, recuerda que a mí me odió primero”. “Amasen los unos a los otros como yo los he amado”.

Una parte esencial de nuestro compromiso cristiano es orar por nuestros amigos incluso cuando nos molestan, nos lastiman, nos traicionan, nos ignoran o nos odian. La oración auténtica se hace en el amor, y el amor busca siempre la reconciliación. La amistad con Cristo significa ser siempre perdonado. Entonces, ¿la amistad con un cristiano no debería significar lo mismo?

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Padre Carlos Ravert sirve como el pastor de la parroquia de San Ambrosio en Filadelfia.