Pax et Bonum+ Paz y todo lo bueno
Algo que probablemente no sabían de mí es que arreglo relojes y relojes de mano como pasatiempo. Realmente lo disfruto y lo he estado haciendo desde hace algún tiempo. Los relojes son hazañas asombrosas especialmente cuando vemos un reloj realmente hermoso.
Un reloj consta de muchas partes, pero la mayoría de los relojes modernos dependen de una pequeña batería para funcionar. ¡La batería es realmente pequeña! Yo, uso pinzas o alicates de punta fina para quitar las pilas agotadas y colocar una nueva. Pero a veces, cuando un reloj no se ha usado durante muchos años, reemplazar la batería no es suficiente para que vuelva a funcionar. Es posible que sea necesario limpiar o reemplazar otras piezas. Es difícil decir a primera vista porqué un reloj no funciona correctamente. En esos casos, se debe examinar sus piezas lenta y cuidadosamente. Eventualmente, haremos que las manecillas del reloj vuelvan a funcionar. Una vez que lo hacemos, y el reloj está reparado, es importante no dejar que se averíe de nuevo.
La persona humana es como un delicado reloj. Nuestra alma sufre inmensamente cuando no la cuidamos. Así como un reloj necesita limpieza y mantenimiento, el cuerpo necesita comida y agua, la mente necesita estimulación y descanso, y el alma necesita verdad y amor.
La triste realidad es que muchos de nosotros caminamos como relojes rotos. ¡Todos necesitamos que el Relojero nos revise de vez en cuando!
Cuando vamos al Sacramento de la Penitencia suceden muchas cosas maravillosas, pero es parecido a cundo reparamos un reloj. Primero, tenemos que identificar el problema, es decir, que es lo nos lleva al confesionario. A esto lo llamamos un examen de conciencia.
Tomando un tiempo cada día para realizar un examen de conciencia (pero especialmente antes de la Confesión) para pedirle al Espíritu Santo que nos ayude a identificar aquellos pecados, veniales o mortales, que hemos cometido desde nuestra última Confesión es crucial.
Una vez tenemos una mejor idea del problema, lo llevamos al Relojero, es decir, a Dios. Pero cómo hacemos esto es importante. Cuando tenemos un reloj roto, podemos quedarnos en casa y descubrir cómo abrirlo y reemplazar la batería. Esto puede tomar un tiempo y hasta es posible que dañemos el reloj aún más. Pero, también es posible que eventualmente podamos llegar a resolver el problema. O pueda frustrarnos el trabajo y acabemos dándonos por vencidos; tirando el reloj en un cajón y olvidándonos de él.
Cuando cometemos un pecado, especialmente un pecado grave, podemos quedarnos en casa y tratar de averiguar por qué lo hicimos. Podríamos decirle a Dios que lo sentimos, pero lo que eventualmente sucede es lo mismo que pasa con el reloj roto. Si no recibimos la ayuda adecuada, podemos terminar frustrados con nosotros mismos o buscar excusas porque nos convencemos de que nuestros pecados «simplemente no son tan malos».
De modo que se puede decir, acudimos a un relojero para que nos arregle un reloj roto y acudimos a un sacerdote para que nos ayude a sanar nuestra alma.
En el Sacramento de Reconciliación y la Penitencia, el sacerdote ocupa el lugar de Dios (por gracia de Jesucristo) para ayudarnos, sin juzgarnos, sin acusarnos o menospreciarnos. El sacerdote nos ayuda a limpiar y reparar aquellos pequeños detalles en nuestra alma, esas partes ocultas de nosotros mismos que no siempre comprendemos pero que nos separan de Dios.
Es un trabajo delicado, así como los es reparar un reloj. La confesión de nuestros pecados al sacerdote es igual. Allí nos deshacemos de esos pedazos rotos (pecados). El sacerdote ayuda a limpiar y reparar nuestras partes buenas. La absolución, el perdón de Dios, viene a nosotros para curarnos y fortalecernos para evitar el pecado en el futuro.
Una vez que el reloj está reparado y pulido, por decirlo así, debemos tener cuidado de no mal usarlo o dejar que se deteriore.
Cuando salimos del confesionario nuestra alma están brillantes y nuevas en el resplandor de la misericordia de Dios. Pero tenemos que tener cuidado de no dejar que nuestra alma vuelva a caer en el pecado. Nuestra vida cristiana necesita la verdad y el amor para prosperar. Por lo tanto, debemos hacer nuestro mejor esfuerzo, con la gracia de Dios, para evitar aquellas personas, lugares, situaciones y cosas que nos tientan a caer de nuevo en el pecado.
Los cristianos llamamos este acto, realizar un propósito firme de enmienda y evitar las ocasiones cercanas al pecado.
¡Aunque sean tan hermosos los relojes, ellos no pueden acercarse a la magnificencia de la obra maestra de Dios, quienes somos tú y yo! Valemos mucho más que cualquier reloj de pared o reloj de mano.
¡Recuerden, todos estamos cuidadosamente y maravillosamente hechos no para decir el tiempo sino para vivir por la eternidad!
Vayan al sacramento de la penitencia. Si no lo han hecho por un tiempo, háganlo ya. ¡Su alma se lo agradecerá!
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El Padre Carlos Ravert es párroco de la Iglesia San Ambrosio en Filadelfia.
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