Nuestro caminar espiritual
Hna. Ruth Bolarte
«¡O dulce Señora de Tepeyac!».
«Señora del Cielo».
Guadalupe es ciertamente madre no solamente para Juan Diego, México, sino para todos nosotros habitantes de América. Como madre, Guadalupe es fuente de vida para muchos, especialmente aquellos que experimentan marginalización y discriminación.
Después de los eventos que se llevaron a cabo en Tepeyac entre el 9 y 12 de diciembre de 1531, Juan Diego y todo México no fueron más los mismos; el encuentro con la «Morenita» los hizo «una nueva creación».
¿Cómo sucede esta nueva creación? El gran evento de Guadalupe sucede 10 años después que España ha conquistado el imperio azteca. Durante estos años los nativos han experimentado la pérdida de sus tierras, de sus dioses, costumbres y de su identidad. Inclusive sus nombres nativos habían sido cambiados por nuevos nombres cristianos. Podemos decir que era un pueblo que se había resignado a vivir en la oscuridad de ser «extranjeros» en sus propias tierras.
Otros grupos europeos que dejaron sus países de origen por un porvenir mejor en los Estados Unidos comparten algo de esta experiencia de haber perdido tradiciones, familia e inclusive nombres y apellidos que fueron cambiados al entrar al país.
El encuentro con la Guadalupana se perpetúa en su acompañamiento fiel de sus hijos a través de los tiempos-ella continúa caminando con nosotros. El primer encuentro de la Virgen con Juan Diego sucede en el amanecer del sábado. En el evento de Guadalupe los habitantes de México experimentan un nuevo día-no más oscuridad. En contraste con el trato de los conquistadores, «la Morenita» dignifica a Juan Diego a través de sus palabras, de su confianza al encomendarle su misión, y más que nada al escoger presentarse ante él con las características de una mujer nativa usando su propia lengua y tradiciones.
Y es así que el último en la escala social de sus tiempos, una persona casi invisible en la sociedad, es escogido para ser el embajador spanino. En la presencia de la «Señora del Cielo», Juan Diego encuentra las fuerzas para llevar a cabo su misión-la misión que solamente él podía cumplir.
Seis años después de este glorioso evento, más de nueve millones de nativos aceptaron el catolicismo. Los mensajeros de la Buena Nueva de una «nueva creación» fueron los mismos nativos que habían conocido y encontrado en «la Virgencita» su identidad como hijos de Dios.
Como bautizados gozamos en nuestra identidad como hijos e hijas de Dios y al igual que Juan Diego se nos ha encomendado la misión de proclamar la dignidad de todo ser humano. Guadalupe es la patrona de América y nuestro modelo de evangelización. Durante esta temporada de Adviento reflexionemos en ¿Cómo estamos proclamando la dignidad de nuestros hermanos y hermanas alrededor nuestro?
La Hna. Ruth Bolarte, I.H.M., es directora del Instituto Católico para Evangelización en Filadelfia.
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