«Hay ocasiones en que podemos dudar del valor de nuestra propia vida o vacilar ante la idea de acoger y abrazar la vida de otro. Pero al reflexionar sobre las heridas cicatrizadas del Cristo Resucitado, podemos ver que incluso nuestras pruebas más difíciles pueden ser el lugar donde Dios manifieste su victoria. Él hace todas las cosas hermosas. El renueva todas las cosas. Él es el Dios de la Redención…
La construcción de una cultura de vida no es algo que hacemos solo durante un mes del año, o con un evento o iniciativa –es esencial para quienes somos. Ocurre a través de nuestras acciones diarias, cómo nos tratamos los unos a los otros y, cómo vivimos nuestras vidas».
Timothy Cardenal Dolan
Presidente, Conferencia Episcopal Comité de Actividades Provida
Octubre del 2017
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Los católicos estadounidenses marcan el mes de octubre de cada año como el «Mes de respeto a la vida». La reverencia por la santidad de la persona humana comienza con una defensa del niño por nacer. El derecho a la vida es fundamental; sin él, todos los demás derechos y todos los otros debates de justicia y dignidad humana están construidos sobre arena. Ningún otro asunto o colección de asuntos puede eclipsar la prioridad del derecho fundamental a la vida desde la concepción hasta la muerte natural.
Pero ser «provida» implica mucho más que trabajar para terminar evidentes males tales como el aborto y la eutanasia. Los pobres, los enfermos, los discapacitados y los extranjeros entre nosotros también tienen un reclamo en nuestro discipulado. Y mencionaré dos ejemplos.
Aquí está el primer ejemplo: en Estados Unidos vivimos en una época de intensa confusión y debate sobre la inmigración. Y la «inmigración», como uno de los muchos apremiantes problemas nacionales, a menudo se estanca en las polémicas. Esto oscurece el sufrimiento personal de inocentes deportados sin antecedentes penales y el costo social de las familias de inmigrantes fracturadas a nivel local.
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Además, millones de personas han sido desplazadas en los últimos años por causa de la guerra y la pobreza, y están en movimiento a nivel mundial. Las naciones ricas tienen derecho a proteger sus fronteras y proteger a sus ciudadanos y a las sociedades, pero también tienen un gran deber de ayudar y dar la bienvenida a los inmigrantes tan generosamente como sea posible. El papa Francisco ha lanzado una campaña «Comparte el Viaje» (www.sharejourney.org) para sensibilizar a las personas de buena voluntad en la magnitud de la crisis de migración actual y para animar a los cristianos, como personas, parroquias, diócesis y organizaciones caritativas— a tender la mano y ayudar a los inmigrantes y refugiados en necesidad.
Ésta es una labor fundamental, y una semana especial de oración por los migrantes y refugiados está sucediendo ahora hasta el 14 de octubre. Pero el esfuerzo apenas está comenzando, y un lugar bueno y simple para empezar a entender el enfoque de la Iglesia a la crisis de inmigrantes es Welcoming the Refugee and Migrant, un excelente folleto maravillosamente producido por Catholic News Service y está disponible en paquetes parroquiales de la Conferencia de Obispos Católicos de los Estados Unidos en www.usccb.org.
Aquí está el segundo ejemplo: una de las comunidades que mejor encarna el enfoque católico y holístico completo a la causa de «respeto a la vida» es la de Hermanitas de los Pobres. Ellas son extraordinarias mujeres religiosas que dedican sus vidas, no es de extrañar, a servir a los ancianos y a los pobres. Son una bendición para todos y una amenaza para nadie —a menos que sea una agencia federal decidida a imponer un mandato de cobertura anticonceptiva innecesario y vengativo, en casi todas las empresas de Estados Unidos y organizaciones sin fines de lucro, como parte de planes de salud de la nación. Esto es exactamente lo que sucedió a Hermanitas durante la administración de Obama, provocando un editorial sardónico del Wall Street Journal de apoyo a las monjas, titulado «Little Sisters of the Government». La lucha sobre el mandato, con la resistencia liderada, en parte, por Hermanitas de los Pobres, ha consumido enormes cantidades de tiempo y recursos en los últimos años.
El 6 de octubre, a pedido de la Casa Blanca, el Departamento de Salud y Servicios Humanos emitió reglas provisionales que finalmente permitirán exenciones morales y religiosas al mandato anticonceptivo en contra del cual las monjas han luchado desde el principio con base en sus creencias católicas. Ésta es buena noticia. Pero la lucha no ha terminado, el asunto todavía está en el sistema judicial; y los grupos «progresistas» favorables al aborto ya presentaron demandas para desafiar cualquier alivio del mandato.
Como notó el Wall Street Journal en otro editorial más, éste el 9 de octubre (“A Nun’s Right to choose”): «Que tantos recursos en el gobierno y tantos litigios son necesarios para permitir que las monjas practiquen su fe es un testimonio de la política de identidad tóxica que corroe la vida estadounidense».
La moraleja de la historia: el respeto por la vida humana viene en todas formas de testimonio. Y esa es una gloria de nuestra fe católica.
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