El Padre Carlos Ravert

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Pax et Bonum+ Paz y Todo lo Bueno

Mientras escribía este artículo acababa de enterarme de la muerte del papa Emérito Benedicto XVI. Aunque vivió una vida larga y fructífera al servicio de Cristo y de su Iglesia, todavía estoy triste. Nunca conocí al hombre uno a uno, pero siento que lo he llegado a conocer a lo largo de los años como un brillante profesor intelectual y un amable pastor y mentor. Durante mis años en el seminario, los escritos del Cardenal Ratzinger y más tarde sus escritos como Papa fueron constantemente parte de las listas de lectura de nuestras clases de filosofía y teología. Aparte de sus escritos, sus audiencias de los miércoles, sus encíclicas y homilías fueron muy a menudo fuentes para mi propio trabajo teológico, así como para mi crecimiento espiritual. Todavía leo sus libros de Jesús de Nazaret mientras preparo homilías, reflexiones y, a veces, incluso esta columna para Catholic Philly.

Mi aprecio por Su Santidad va más allá de su trabajo intelectual, realmente comenzó en julio del 2009. Permítanme preparar el escenario para esta breve historia. Acababa de terminar mi segundo año en el seminario, lo cual fue bastante desafiante. Solo unos meses antes, mi perro de la infancia tuvo que ser puesto a dormir. Unas pocas semanas después de eso, mi padrastro murió de cáncer luego de meses de descansar en casa bajo cuidado de hospicio. El año académico 2008-2009 fue uno de los peores años de mi vida. ¡Estaba estresado, deprimido y listo para descansar! Mi maravillosa madre y mi familia vinieron a mi rescate. Me pagaron para peregrinar durante el mes de julio en Roma, la ciudad eterna. Estaba emocionado por mi viaje a Roma, pero lo admito, me subí al avión rumbo a europa con el corazón roto: inseguro de mi vocación, inseguro de mi fe e inseguro de mi futuro.

Unas dos semanas después, durante mi peregrinación tuve la oportunidad de asistir a una audiencia pública de los miércoles con el Papa Benedicto en la Plaza San Pedro. Tuve la suerte de encontrar un lugar cerca del Papa, detrás de los obispos y cardenales visitantes. La charla que dio fue en italiano, así que no entendí mucho, ¡pero la experiencia me abrumó!  ¡La belleza de donde estaba, rodeado de historia y miles de fieles católicos y visitantes de todo el mundo y además a menos de 20 pies de mí, estaba el Sucesor de San Pedro, el Vicario de Cristo en la Tierra, líder de la Iglesia; santa, católica y apostólica! Todo eso me agobió, pero también lo hizo la multitud de cientos de peregrinos que se apretujaban detrás de mí.

Cuando terminó la audiencia y papa Benedicto vino en el papa móvil, la multitud me aplastó contra la barandilla. Hacía calor y claustrofóbico. Cuando se acercó, noté directamente detrás de mí a una familia que intentaba levantar a su hija adolescente sobre la multitud en sus hombros para que el Papa la viera y la bendiga, no estoy seguro exactamente. Me di cuenta por las contorsiones de su cuerpo que esta joven padecía algún tipo de enfermedad grave. Lamentablemente, unos momentos después de que la llevaron al frente de la multitud, comenzó a tener una convulsión.

Casi de inmediato, llegó el Papa Benedicto y estaba claro que se dio cuenta de lo que le estaba pasando a esta pobre niña. Hizo un gesto a su equipo de seguridad para que detuviera el auto y le permitiera pasar unos momentos frente a la chica, de mí y al resto de la multitud. Oró en silencio por unos momentos, levantó su mano derecha y ofreció una bendición con la Señal de la Cruz.

Fue increíble, no podía creer lo que veía. Tan pronto como terminó el gesto de bendición, la convulsión de la niña se detuvo, su cuerpo se calmó y fue bajada de los hombros sujetándola y se paró sobre por sus propios pies.

Mientras el papa móvil rodaba una vez más, la niña sonrió y saludó a Su Santidad después de su breve y aparentemente milagroso encuentro.

Inmediatamente me vino a la mente un pasaje de los Hechos de los Apóstoles: «Tanto que sacaban a los enfermos por las calles, y los acostaban en camas y lechos, para que a lo menos la sombra de Pedro, al pasar, eclipsara a algunos de ellos» (Hechos 5:15).

Regresé a mi dormitorio en el North American College y estaba tratando de procesar lo que había presenciado. Mientras pensaba y oraba mis sentimientos acerca de perder a mi padrastro, mi perro, el estrés del año escolar anterior salió a la superficie.

Cuando terminó mi peregrinación unas semanas después, tomé el avión de regreso a los Estados Unidos, pero esta vez mi corazón no estaba roto, estaba comenzando a sanar. Todavía no estaba seguro de lo que traería el futuro, pero podía confiar más en Dios porque papa Benedicto me recordó poderosamente que Dios siempre ve nuestros sufrimientos y desafíos y nunca nos abandona en ellos.

Siempre que leo sus escritos pienso en ese día de julio del 2009, en aquella jovencita y en la bendición que le dio el Papa que la ayudó y cambió mi vida.

Realmente no sé si este artículo de esta semana te será útil o no, por eso lo siento. Pero espero que rinda homenaje a un hombre maravilloso que me ayudó a convertirme en el sacerdote que soy hoy.

Extrañaré al papa Emérito Benedicto XVI, pero creo que hemos ganado un poderoso intercesor en el cielo.

Concédele el descanso eterno Señor y que brille para él la luz perpetua.

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El Padre Carlos Ravert es párroco de la Iglesia San Ambrosio en Filadelfia.